21.4.06

Viernes Santo y Ojos Azules


















A ella…




Tus ojos azules brillaban a través del sonido vivo de los signos católicos en su luto tremendo clavado al corazón de la ciudad de Santiago; entonces tu actitud de pelo al viento era necesaria; alfombra desplegada como velamen a través del vacío con cara de calle Ahumada…

Dijiste “ Necesito cambiar el cheque, yo prendo la fogata del asado “… Asado en el país de los peces ahogados, de escamas negras de lentes oscuros, de alas como vapor … son cosas simples, un hombre de garganta ardiente y sienes zumbantes, con mujer de luna y mar, de frío y blanda maravilla de cosa simple y misteriosa, temblando con su brillo de zancada desesperada…

Así la calle Mapocho fue el espacio despoblado, solo nosotros haciendo fotografías para la memoria personal perdida como una joven muerta a la siguiente hora. Nuestros pasos, caballos de ebriedad dulce nos hicieron flotar sobre lágrimas de catedrales, compartir el bar lleno de peruanos y reírnos porque no había plata, esperando al amigo mientras seducías al Dios de luto, al dueño del bar, a los parroquianos acorralados bramando en su soledad terrible como la nuestra… tratando de ser una canción de ceniza nocturna…

“ Qué te dijo tu Dios “ preguntaste detrás de tu pelo estremecido al viento como largas e individuales algas calientes y amarillas; hilos desordenados frente a mi idolatría en oración frente a ese hombre dramático que en la cruz demostraba revolución absoluta, roja emancipación de armadura amorosa sobre la ecuación de pechos y razones duras…
No importó la respuesta porque éramos dos espíritus de metal adentro de la calle, entre televisores y rancheras… ni siquiera supimos nuestros nombres adentro del espacio en el fugaz tiempo de viernes santo, uno creyendo, la otra bailando, abriendo su blusa de blanco pecho para que no nos echaran y pudiéramos esperar al amigo como barco atracando en nuestro puerto de ebrio corazón, lengua de carcajada e infantil juego de sexo sin sexo…

LANCELOT LHIN

7.4.06

Canción robusta llamando desde el sueño estruendo, deseando deseando tus pechos
inexistentes.
Antiguos venenos vuelan atentos sobre mi geografía devastada por océano de olas tristes, derrame de tardes mañanas cuando todo era crepúsculo.
Una flor helada aparece en mis piernas ,buenas noches , malas mañanas de hojas extendidas sobre la constante alarma; el veneno florece brilla aturde, está liquidada la máquina deslenguada, el cadáver de las palabras transformando lo inesperado en hilo de mágica transformación.

Una mujer, estrella fugaz, aturde, impone la construcción de hojas bailando al son de la palabra tanguera , sonidos de oraciones a media luz, metiendo sílabas como piernas rozándose en el escenario del veneno.Astillado al suelo brizna de hombre, revolcado, atrincherado y herido, calibre no identificado atraviesa exhalación, parte detiene, toma la esperanza de rehén.


Lancelot Lhin. Dibujo: Jaime Quezada O.

Laura Palmer


Albergue sublime.
Hospedado en su interior la guillotina de cementerio no entra.
Capitana de resplandor en medio del hombre trágico oscuro con atuendo de bestia; sellado al sol, ennegrecido con estigma de chacal cósmico, reclama tu presencia en fotograma delimitado por réquiem de bajo eléctrico sobre un cielo desbordante, tonada profetiza el crimen de la flor vestida de ángel rimando con muerte, zurrón de plástico en la gramática , en la luz y fotograma emergiendo en el dominio de la pesadilla;
La dureza suena en pueblo oculto, en sociedad de víscera y fuego.

El misterio es un camino lívido, ruinas de una niña bailan en la oscuridad, sobre vigas carcomidas por canto de cuervo. Un sonido de océano profundo hace brisa levantando blanca seda sureña en noche de espanto.
Brama la ficción robando el aliento real; atraviesa Laura el corazón flechado por su espíritu vagando en razonamiento de espectador conmovido; miel brillante en el paladar del televidente.


Lancelot Lhin. Dibujo: Jaime Quezada O.