16.10.08


ABSINTHE IS NOT DEEEEEEEEHHHHHHHHHHHHDDDDDHHHHHH!!!!!!!!!!!!!

6.10.08




La Voz del Fantasma

Escribir acerca de Mark E. Smith es una tarea hostil. Es una de esas personalidades que parecen no encajar sobre su propio molde, que huyen de su mito apelando a los recursos más obvios: el bostezo, el ridículo, la supuesta amnesia. Su música está a años luz del standard de sonido mainstream e incluso del negocio de la vanguardia, es un universo abrasivo, repetitivo y deforme que parece la mejor manera de acercarse por partida doble a los vestigios de esta sociedad post capitalista y, por qué no, a su propio cerebro.

Estoy comenzando a creer que la belleza es un fascismo. Como un dictamen godardiano: sino estás contra ellos, sos cómplice. Mark, pedazo de estúpido, destruye su música por vos, para que no creas en todo lo otro. Podría hacer canciones radiables, por qué no, escuchen Cruisers Creek, I feel Voxish, L.A., podría tener su puto éxito de ventas, pero decide no hacerlo. Es un artista. Juega con tus límites y con tu paciencia y sacrificando su éxito (hablando de dinero, claro) ridiculiza a cualquier otro aspirante a rockero rebelde que las hordas de periodistas inútiles de la NME o la RS (todo es una puta sigla en estos días) siempre están dispuestos a encumbrar. A diferencia de la fealdad de una banda como Beat Happening, que se aferra a alguna clase de inocencia, The Fall, el monstruo de miles de cabezas que creó Mark, es cinico, consciente de su proceso autodestructivo y feliz en ese juego. Hay tantas mentiras que un tipo brutalmente honesto parece un marciano o un loco. Dios lo bendiga.

Su voz es un capítulo aparte. La melodía se desintegra en gritos, vociferaciones, balbuceos incoherentes que disfrazan la verdad con el único atuendo que puede usar en estos días: el absurdo. I have dreams, I can see Carloads of negro Nazis, Like Faust with beards, Hydrochloric shaved weirds. Es la voz de un fantasma. Un borracho en un karaoke punk. Si el rock tiene algún sentido, es por tipos como él. No le crean: no es un estúpido. Rehúye de toda etiqueta como si evitara la tentación de convertirse en una leyenda, forma elegante de referirse a los muertos. Escapa de lo obvio y sigue destruyendo, en vano, la enorme estructura de cosas bellas que nos tiene preparada la cultura pop.

Los grupos de ahora me suenan a negocio. No me relaciono con eso, para nada. Siempre es “gracias esto”, “gracias a mi manager” y esa no es la razón por la que comencé con mi grupo. Hay demasiadas bandas, demasiados músicos. Y todos están en esto por las razones equivocadas. Vi un documental en BBC2 sobre Pulp o Blur. Decían “estamos en esto por las mujeres o las drogas”. ¿De qué mierda estás hablando? Dicen: “Siempre quisimos ser como los Beatles: llenos de minas”. Siempre lo mismo: “Jarvis Cocker nunca hubiera tenido una mujer si no fuera estrella de rock”. ¿Pero a quién le importa? Bien por vos, pibe. Bien hecho. Yo tenía más mujeres antes de estar en The Fall. Y tenía más dinero antes de estar en The Fall.

Nunca estuve en Manchester, claro, pero ser fan de algunas bandas y de algunas películas me han dado algún tipo de panorama: cielos grises y estáticos, fábricas venidas a menos que largan un humo espeso, planes de vivienda color ladrillo, etc. Mark E. Smith es un producto mancuniano. Nació en 1957, es el mayor de tres hermanas. Su abuelo Fred tenía una empresa de fontanería en la cual estaba involucrada toda la familia. Cuando Mark dejó la escuela y también se rehusó a trabajar de destapador de caños se fue de su casa y comenzó a trabajar en los muelles para mantenerse. Para ese entonces se fue a vivir con su novia, Una Baines.

Mark descargaba y cargaba cajas. En la escuela se jacta de haber sido el mejor alumno entre los 200 que iban con él. Es una especie de satisfacción. Era el único con acento mancuniano en todo el colegio, así que muchas veces sus compañeros lo hacían hablar frente a toda la clase para reírse. Por eso mismo, se mantenía generalmente en silencio. Hoy es cierto que muchos graduados universitarios se juntan para interpretar los textos herméticos de Mark, algo que no deja de provocarle cierta gracia: hay superabundancia de universitarios hoy en día.

El pequeño Smith formó The Fall en 1977, a sus tiernos 20 años. La decisión la tomó luego de ver a los Sex Pistols en el Lesser Free Trade Hall de Manchester. Todo el mundo sabe que ahí estaban los Buzzcocks, los futuros Joy Division y algunos notables y anónimos más. El nombre se lo deben a la novela de Albert Camus. Live At The Witch Trails es el comienzo de una discografía que se extendería indefinidamente, que se piratearía a sí misma con todo el empeño del que Mark es capaz. Su objetivo ha sido alcanzado: no hay un disco clásico de The Fall, no hay un canon de 10 canciones de The Fall, no hay un hit o un tema conocido por tu abuelita. No. La música se mantiene en su contexto. Lisandro Alonso, director de filme anti comerciales como La Libertad o Liverpool, se resiste a estrenar sus películas en el mismo complejo que Wall E porque sabe que nadie la apreciaría allí. Tiene mucha razón, y quizás Mark suponga lo mismo. En algún momento (a mediados de los ochenta), cuando estaba casado con Brixie, su novia americana que tocaba la guitarra en el grupo, su música se volvió luminosa y llegaron a tener apariciones fecuentes en MTV, pero luego esto también de deshizo. El auto boicot como estrategia de dignidad.

De joven Mark era atractivo de un modo muy particular: delgado, fibroso, hiperactivo, balbuceante y con la palabra clave en la punta de la boca. No le tenía ni le tiene miedo al borde, al filo, a lugar donde la buguesía te suelta la mano y te deja solo en tu búsqueda. Ahora luce como una horrible tortuga y verlo interprentar en vivo una canción como Blindness es una experiencia fascinante. Detrás de él vemos a lo que se suele llamar el resto de la banda, ninguno supera los treinta años, y cuando el guitarrista ejecuta algún solo especialmente largo Mark se acerca a su amplificador y destruye el sonido con las perillas. No es algo bello ni algo feo, es el fuck you necesario que sostiene el mundo.

Cuando tenía diez años quería ser un viejo de sesenta.

Una anécdota penosa y divertida sucedió en un concierto en Nueva York, en el cual Mark se agarró a los golpes en pleno recital con dos miembros de su banda. Un espectador filmó todo el asunto y esas imágenes se transformaron en el momento más insólito del documental sobre el grupo realizado por la BBC. Cabe aclarar que la pelea siguió en el hotel y derivó en el arresto y la encarcelación de Smith. La banda volvió a Inglaterra sin él, que permaneció dos días en una pequeña cárcel de cemento. No dijeron eso en la televisión, ¿no? De hecho, cuando volví me enteré que habían formado un grupo nuevo, The Ark. Eso es Mark sin la M, ¿entendes? Mark no es el jefe más accesible del mundo, está claro. Y no pierde su sentido del humor. Hundida sin dejar rastro terminó, el Arca.

The Fall no es cómodo para oír, es un universo hermético que requiere la paciencia que la televisión supo destrozar. En algún punto se cuela una estructura, alguna forma de ritmo bailable, como una rave sin la frivolidad. Después de todo, ¿qué otra cosa representa la electronica sino el más absoluto nihilismo? No hay melodías, no hay ideas, no hay sentimientos, todo sobra excepto el ritmo, la superficie de placer y la sensación de eternidad que otorga la pérdida momentánea del devenir temporal. Pero The Fall es extremo. No se trata de bailar. Muchas veces es sólo un endeble riff de guitarra prolongándose indefinidamente. En What You Need? uno espera durante 5 minutos la llegada del redoblante y cuando por fin entra la canción termina y una sensación de vacío se apodera de los sentidos. Las tres R: repetition, repetition, repetition. ¿Qué estas esperando? ¿Un estribillo? La estructura de la música occidental tiene esa idea de circularidad como base, algo que cierra, un partón melódico que como un drama griego termina en el estado de reposo inicial. Eso no existe en el mundo de Mark. No hay canciones que cierren, ni la posibilidad de un descanso. Sí, aunque parezca un chiste The Fall es una banda que tiene mucho de teoría, de trabajo intelecutual, es una puta propuesta artística que suena a los Stooges.

Mark no se siente cómodo definiendo lo que hace. Algunas veces tiró algunas ideas, música compleja tocada de un modo totalmente directo o el más gracioso música extrema con letras muy extrañas por encima, pero está claro que para él la música es una búsqueda constante, la forma más perfecta de alcanzar alguna clase de verdad. Quizás por eso The Fall nunca deja de editar discos, de reemplazar uno con otro, superponiéndolos, quitándole protagonismo para reforzar la obra en su conjunto. Nunca llego donde quiero llegar. Sólo he podido rodearlo, darle vueltas. Estoy comenzando a entender un poco más.

Cuando un músico del grupo va asimilando el estilo The Fall, Mark lo expulsa sin contemplaciones y va en búsqueda de algún baterista que jamás haya escuchado palabra del grupo. Ese es su espítiru. Bucear en aguas trubulentas, desconocidas. No hay nada más triste que un artista cómodo con su propio talento.

Peter Hammill… Lo que amo de Pete Hammill es que nunca tuvo un guitarrista en su grupo. Es es lo que amo de Van der Graf: no tenían guitarrista. Y había muchos tipos en Manchester que trabajaban en el correo o en los muelles que pensaban lo mismo. No tenían putos doctorados en fucking música. Van der Graf era fucking brillante. Ellos sólo lo sabían.

¿Cuán lejos se está de la sociedad siendo fan de The Fall? Hacerle entender a una novia las razones por las que es la mejor banda de la historia y aquella ante la cual todas las demás deberán ser juzgadas (en sabias palabras de John Peel) es una tarea imposible. Todo el mundo busca belleza y escuchar The Fall es una extraña forma de purgarse. La fealdad como forma de libertad, como actitud para encarar el mundo, como un pastelazo en la cara de la gente común y la sub raza de fanáticos de Babasónicos.

This Nation´s Saving Grace es, quizás, la mejor manera de entrar a a su discografía. Es un disco fenomenal y tiene algún atosibo de melodía, lo cual resulta excitante. Barmy y su riff deforme se plegan a la voz de Mark que aulla I got everything, I got everything I want except for hungry, I got everything I want except for money, I've got the best round set aside for parties. Claro, ¿no? Está el intento de música bailable de L.A., el punk ruidoso de Bombast, ese corte abrupto en Paint Work, el riff clase B de Mansion… Una joya y un sonido menos abrasivo que parece ser la puerta de entrada perfecta hacia la cabeza alienada de Mark.

De todos modos, es ridículo pensar a The Fall en término de canciones o discos. Se está perdiendo una parte fundamental del asunto. The Fall es mucho más que eso, es una sola idea que puede tener momentos densos, luminosos, brillantes o inaudibles pero que permanece inmutable, como si se tratara de un pequeño objeto mágico que crece desproporcionadamente cuando lo tenemos en la mano. The Fall es la paranoia de los inteligentes, es una maquina punk e incoherente empastada por el sentido de autor de Smith, que pude hacer propio un feliz cumpleaños o la sacra A Day In The Life de los Beatles.

La mayoría de las bandas en Inglaterra tienen esas hordas de personas alrededor, que viven de determinada manera. No importa que grupo sea, ¿entendes? Quiero decir, Joy Division llenó esa necesidad tan bien que la gente usaba el pelo corto, tenía posters de él cuando ya había muerto, como Jimi Hendrix pero con otra ropa--- Una escena romántica…. Sentimental… Mirá: yo no ando con esa gente para nada, yo vivo del otro lado de la ciudad donde está Factory Records. No conozco a nadie que esté en una banda. Es genial. Por ejemplo, fui hace un tiempo a ver a Snakefinger de los Residents. Fui por primera vez a un concierto en Manchester en 6 meses. Era tan triste, sabés, la audiencia… Había un montón de bandas tipo los Buzzcocks o los Passage, todos ahí parados, esperando ser notados… Me tuve que esconder atrás de postes toda la noche!


¿Y él? ¿Qué es lo que quiere? No hay fama, no hay dinero, no hay mujeres. Mi teoría es que Mark quiere ser cada vez más feo, deformarse del todo hasta convertirse en un horrendo reptil jorobado que interpreta sin expresión alguna los temas más demoledores y abrasivos de la historia del rock. Su banda de jóvenes detrás, mirando la suela de sus zapatos, sacude los instrumentos y la voz del fantasma inmutable vuela por sobre ellos desafinando, escupiendo el micrófono, conjugando palabras imposibles. Un condenado genio que se caga en Cobain y su cadáver bello y funcional al sistema, siempre gustoso de encontrar una víctima que aplaque los ánimos de la masa. No, Mark no va a ser un cadáver equisito. Mark va a ser la persona viva más horrenda del mundo, y esa es una decisión política y, por qué no, un acto de amor.