De adentro hacia afuera. Frío afuera, fuego adentro. Sonreía, mientras se restregaba las manos, al ver como la luz aún entraba por las ventanas.
—Querrás volver y quizás olvidar todo lo que viste, pero ahí estarás, desnudo, con el cuerpo entumecido y ardiendo... Eso es viajar hacia adentro, extraviarse, luego volver.
Lo miré un momento, en silencio. La cabeza la sentía como arbolito de Navidad en llamas, apoyé la frente en la barra y al cerrar los ojos, por segundos, soñé, soñé que nos reuníamos en un muelle antes del amanecer, Hedi la Tatuada, Clarita la Clarividente, Black Shop, Milagros, Esperanza y todo el resto, portando antorchas, los ojos brillantes y la expresión ansiosa... barcos incendiándose en la bahía, otros recién llegando, enormes, algunos botes, personas nadando... perros aullando en la costanera.
—Deja que la luz entre. Sientes el corazón en la boca y los ojos te resplandecen. Sientes que te vas a desmayar. Hoy tienes miedo, mañana recordarás todo esto con cariño.
Cuando logré levantar la cabeza ya no estaba.
—Oiga ¿ha visto al caballero que se encontraba aquí sentado?
—Se fué hace un rato, pagó la cuenta y se fué.
Un relámpago , el pecho apretado y un nudo en la garganta. Y se fue. Salí corriendo a la puerta, no había nadie, sólo la noche que nos cayó encima, la brisa helada y el sonido del mar, un par de cuadras más abajo. De esto hace ya algún tiempo. A veces he creído verlo de espaldas en alguna esquina, tomando alguna micro, en la banqueta de alguna plaza, leyendo concentrado en la mesa de algún boliche. Lo he sentido hablar, entre susurros, en algún almacén.
Hoy estamos aquí, mañana quizás donde. Es por todo esto que estamos. Luz tras la oscuridad. Luz en tus ojos antes de despertar. Luz barriendo y arrasando con todo. Tus ojos perdidos y lastimados, al dejar toda la oscuridad que alguna vez pudiste soportar.
Jaime Quezada O.
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