19.1.06

Carta abierta a Absinthe


Veo, no veo todo, pero aún así veo...
Absinthe despierta en la noche, me ve, nos observa en lo profundo, quizás no sea más que la esperanza de sueños que zarpan, sueños que vuelan por sobre la ciudad, anhelando, despertando la razón, al querer, a la necesidad de preñar la realidad, la realidad que estalla en sueños de gente que despierta en las madrugadas, para buscar la hostia de esperanza que solo puede dar la fe. Absinthe despierta, pero también adormece. Absinthe es el descanso, pero también es el reviente de todo lo que alguna vez consideramos satisfactorio.
Absinthe es el oasis, aunque a veces sea el desierto, donde descansamos, a ratos para sufrir, pero más a menudo para vernos cubiertos por el bálsamo de la placidez. Es color, es sonido silente que nos cubre en lo profundo. Es valiente, osado, por eso abandonado a sus convicciones, poderosas, transgeneracionales. Busca un nicho, aunque ya lo sea en sí mismo. Es caminante, es el camino.

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