29.5.07

PRONTO




25.5.07

EL CHAQUETON

Y le dije:
¿Podrías arreglarle los bolsillos?


Tenía la mala costumbre (bueno, aún queda algo de eso) de hundir con fuerza los puños en los bolsillos de las chaquetas, sobre todo si hacía frío. En este caso se me pasó la mano y terminé rompiéndolos por dentro y por fuera.


- Bueno, yo lo arreglo- me dijo, con cara de “bah, si esto lo hago en un santiamén”

Esta conversación la tuvimos hace unos 7 años. Ustedes podrán decirme que estoy exagerando, pero no. Quizás a más de alguno le ha sucedido algo similar. ¿Que qué cosa? Ahora lo explicaré. Nunca más vi el abrigo. Recuerdo cuando lo compré a 5 lucas en Bandera. Resplandecía en los colgadores como una alucinación. Siempre había querido uno así. Y eran tiempos en que el dinero no sobraba, pero ESE era EL abrigo. Y era EL MOMENTO. No había vuelta, lo compraba o lo compraba. Su poderoso atractivo me redujo a calidad de guiñapo, de huaipe. No pude contra su influjo diabólico. Y lo compré, con el dolor de la billetera. Alguien podría pensar que lo usé un millón de veces, pero ni siquiera. A veces en invierno lo colocaba a los pies de la cama como si fuese frazada. O le subía el amplio cuello para cubrirme del viento helado de las madrugadas.

Y pasaron los siglos en que no la vi. Hasta que nos encontramos. Y me dijo que lo devolvería, que aún no lo reparaba por completo, pero que apenas lo terminara me lo entregaría. Le dije que no importaba como estuviese, que lo quería tal cual, aunque fuese en pedazos. ¿Sienten a veces que hay objetos que aunque se deterioren, pierdan los colores, da exactamente lo mismo? Más allá de toda consideración utilitarista. Pero también va mucho más allá de obsesionarse con las posesiones (si es que alguien me saca en cara que donde dejé el zen). Era mi abrigo y yo lo quería. Si no hubiese sido por él muchas veces el frío habría vencido. Ha pasado mucho tiempo que no lo veo, pero ya no desespero. Tan solo observo por encima de mi hombro y aparece ahí, como tantas otras cosas. Personas también. Personas que no volví a ver jamás. Personas que se fueron, otras que desaparecieron, algunas viajaron, otras fallecieron. Es quizás la saudade.

El abrigo. Bueno, en realidad es (o era) un chaquetón. ¿Por qué no lo devolvió? ¿Quizás ella también padeció la atracción fatal? He pensado que quizás está por ahí tirado en algún rincón medio húmedo, medio sucio, medio arrugado, medio destruido, medio medio. O que a lo mejor alguien lo usa y lo disfruta como hice yo. Me imagino los paisajes que habrá visto o las personas que lo habrán usado. A veces soñé con él, pero de eso hace mucho tiempo. Lo veía entre penumbras, viajando como una nube. Yo lo seguía, pero nunca lo logré atrapar, como si el chaquetón fuese un animal lastimado que huye de la gente. Lo soñé en primavera, verano, otoño e invierno.

¿Por qué? ¿por qué no me lo devolvió? ¿y si perdió la memoria y no recuerda de quién es? ¿o quizás tuvo un accidente y el chaquetón quedó tirado en algún altillo? ¿alguno de ustedes lo ha visto? ¿estará bien cuidado? O tal vez ya ni exista, sea relleno de cojines o los restos de la cama de un gato o un perro y tan solo quede de él intacto un par de fotografías y el recuerdo indeleble, el recuerdo inviolable.


Jaime Quezada Ortega

20.5.07

PA DANI.

ME ACUERDO CUANDO NOS SACAMOS EL CORAZÓN Y NOS RECONOCIMOS DESPUÉS DE TANTO TIEMPO... Y AHORA TENDRÁS QUE ESPERARME TU... LO QUE ME DA MUCHA ESPERANZA.



Jan Svankmajer - Jabberwocky (1971)